Se cruzaron las miradas
entre el silencio que
la noche nos regala.
La lujuria cegó el deseo
embriagándolo de caricias
que arden de pasión.
La tenue luz de nuestras almas
ilumina el juego de manos
que se esparcen por nuestros cuerpos.
Cálida sonrisa perdida en mi cuello
susurrándome mordiscos
de agria miel,
besos fríos
que recorren mi espalda
escalofríos que erizan tu deseo.
Nuestros cuerpos danzan
al son de la lujuria
mientras mis manos
se llenan del tibio néctar
que invade mi masculinidad.
Sellado mi volcán entre tus labios
mis dientes recelan de tu cuello,
la agresividad me invade,
mis manos se convierten en puñales
que se clavan en tus piernas,
tu cintura.
Mi lengua recorre tu espalda
perdiéndose en un beso
al llegar a tus labios
buscando una mirada de complicidad
para decirte
que mi deseo
no es nada sin el tuyo.
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